El compromiso en la vida universitaria es de
doble vía. En primer lugar, la institución se compromete a través de los
profesores y de las normas y principios de la academia a facilitar la
captación y el entendimiento de nuevos conocimientos, el desarrollo de la
capacidad reflexiva, investigativa y filosófica; en segundo lugar, a promover
una actitud positiva y emprendedora y finalmente busca sin descanso despertar
en el estudiante la responsabilidad social y medioambiental bajo un actuar ético
que le permita ser una persona útil para el bienestar propio, de su familia
y de la sociedad global del mundo de hoy.
El estudiante por su lado adquiere el
compromiso de actuar como un ente maduro y responsable en una de las relaciones
que más impactarán su vida: Estudiará con ahincó para aumentar su acervo
cultural y científico, recordando que como bien expuso Immanuel Kant “la cultura
incluye disciplina e instrucción para cultivar las facultades mentales
superiores que incluyen el entendimiento, el juicio y la razón”, factores que
luego le permitirán sumar valor con su inclusión como profesional en la
sociedad; aprenderá a reflexionar sobre los asuntos de su carrera y sobre los
problemas que aquejan a la colectividad y tratará de buscar salidas
inteligentes a los problemas sin solucionar a través de investigaciones precisas
o planes estratégicos bien dirigidos; respetará la figura del maestro, quien
imparte su conocimiento y experiencia para posibilitar la adquisición y el
entendimiento de saberes que les permitirán desarrollar el bendito don de
salvar vidas; defender a los buenos y juzgar a los que corrompen a la sociedad
con sus detestables actos; dedicarse al venerable acto de enseñar o a
multiplicar los bienes de la sociedad a través de la creación de empresas que
den empleos y multipliquen el bienestar del nuestro país, entre muchas otras
carreras.
A sabiendas de que esta dualidad
–universidad-estudiante– no es más que una forma de presentar algo que solo se
puede dar como una unidad coherente y cohesionada, quiero para los fines de
esta disquisición hacer hincapié en que el compromiso de los estudiantes
universitarios es vital para que el convenio con la universidad sea efectivo y
para que bajo las sagradas paredes del recinto universitario las vidas de
estos jóvenes cambien para siempre.
El estudiante deberá darse cuenta que la
institución y los profesores no son los responsables de su destino, no están
para controlarlos ni corregirlos porque no se trata de un centro correccional.
Se trata de una casa de estudios, de una casa del saber donde solo aquellos que
tengan verdadero interés, donde solo aquellos que se entreguen de lleno a
desarrollar su humanidad lo podrán alcanzar. El logro no es la simple
adquisición de un título, el logro es mucho más que eso… Es el desarrollo de un
talento en su máxima expresión, es la adquisición de herramientas que lo harán
únicos para el bien de la humanidad.
Veamos el asunto desde otra vertiente: El ser
humano responde con emociones y pasiones ante los estímulos que mueven el eje
de su conducta tanto en sus relaciones familiares, de estudios y de trabajo
como en sus relaciones con los miembros de la comunidad en que vive y se
desarrolla. Cuando se trata del compromiso que lo ata a una determinada forma
de ser y actuar estos estímulos pueden influir mucho convirtiendo el acuerdo
en una reacción intuitiva. Si se ha creado un sentido de fidelidad, de
pertenencia, de unicidad, si existe la motivación porque se cree en lo que se
hace, porque se tiene la habilidad, se conoce la meta hacia donde se va y se
acepta el propósito como notable y justo surge una motivación espontánea e
inquebrantable cargada de energía positiva que lo vuelve todo posible. Y es que
la motivación y el compromiso van de la mano. Una persona motivada lleva su
compromiso hasta las últimas consecuencias: el logro de los objetivos.
La creación de un acuerdo sin una dirección
clara, sin un fin que motive y haga posible las acciones necesarias para el
logro de lo deseado acaba con el ardor interno que hace realidad el sueño, de
ahí el peligro de imponer carreras a los hijos porque son acciones que
fácilmente terminan en fracaso. Pero, aún se tenga una dirección, la generación
de metas sin el compromiso de la ejecución de las mismas es un esfuerzo
vano.
Un estudiante no comprometido consigo mismo,
con su futuro y su nación es un estudiante aéreo que será llevado como globos
por el viento sin puerto de llegada. Cuando cambie el viento cambiará su ruta,
así de simple. Las personas comprometidas y libres regulan su propia conducta
de forma ventajosa para el logro de las metas porque en este tipo de individuos
no es algo que acontece en una ocasión particular sino que es una forma de vida
que toma tiempo y esfuerzo, pero que da muchas satisfacciones. El compromiso
trae consigo la persistencia, aumento del desempeño familiar, estudiantil,
laboral y sin duda un comportamiento ejemplar como ciudadano. Concebir grandes
metas sin contar con el compromiso de los ejecutantes es un fracaso
seguro.
Por lo demás, me parece que la forma en que se
utiliza el tiempo juega un rol fundamental. Pero ahora no hablaré del tiempo
utilizado en el estudio, que por supuesto resulta imprescindible para triunfar,
sino que quiero mencionar el “tiempo de ocio” que hoy es utilizado, la más de
las veces, en acciones hedónicas sin sentido. Si bien entendemos la necesidad de
disipar con una buena película, el deporte, un viaje a la playa o una reunión
con los amigos, el joven comprometido con una vida superior pensará en ese
“tiempo de ocio” dedicado a la sabiduría del cual tanto habló Séneca en su obra
“De la brevedad de la vida”. ¡Cómo olvidar las famosas palabras del filósofo
romano!:
“El modo más provechoso de emplear el ocio es
haciendo algo que beneficie a nuestros iguales: actuando en política, con lo que
se elaboran leyes y se trabaja para una pequeña comunidad; contemplando la
naturaleza y haciendo indagaciones sobre ella, con lo que se logrará descubrir
leyes científicas que aprovecharán a la ciudadanía universal.”
Y es que para el distinguido pensador es un
verdadero desvarío el vivir como si se fuera a vivir para siempre sin que
realicemos conscientemente nuestra fragilidad y el breve tiempo que tenemos
de vida, olvidando que el día que se tiene determinado para alguna acción
puede ser el último. Séneca termina destacando que el hombre vive como mortal
y desea la inmortalidad. ¡Ah!, queridos lectores, solo busco justificar la
necesidad de aprovechar el tiempo porque cierto es que el tiempo del cuerpo
físico es breve aunque en estado de transformación infinito…
Retomemos el hilo y anudemos la idea, de una
vez por todas, sobre el vínculo entre la academia y el estudiante… Sí, cierto
es que el pacto es mutuo: La universidad carga con una gran responsabilidad y
los profesores son el alma del compromiso, de eso no hay duda, pero el
estudiante debe entender que su fututo depende de cómo utiliza la libertad que
tiene de discernir y hacer las mejores elecciones posibles en el uso de su
tiempo porque es a través de ese compromiso perfecto que logrará convertir sus
sueños en realidad: una vida valiosa para la comunidad, feliz y plena.